En Teruel, además de visitar la popular Plaza del “minúsculo” Torico (lo siento por los turolenses, pero yo tuve que fijarme bien para verlo), hicimos una parada completa en la Fundación de los Amantes, y disfrutamos de una visita guiada al mausoleo, la iglesia y la torre de San Pedro (totalmente mudéjares). No sé si conocéis la leyenda de los amantes de Teruel. Si no es así, os animo a leerla.
Nada más regresar al parador de Teruel (donde por cierto nos dimos un homenaje importante en la noche del viernes), comenzó a llover. Así estuvo toda la noche, y cuando despertamos el domingo, la sorpresa fue encontrar todo nevado. El paisaje era espectacular, y más si vienes de Murcia. :-)
El frio también era importante, y yo decidí abrigarme para la ocasión, desempolvando mi mítico gorro de castor adquirido en New York hace 3 años en compañía de Tempano y Estalactita. En el trayecto hacia Rubielos de Mora, Marta se lo pasó pipa haciendo fotos a los quitamiedos de la autovía. En Rubielos hicimos una pequeña ruta por el pueblo, observando las bien conservadas fachadas medievales de la mayoría de las casas. Allí cayó el último homenaje gastronómico del fin de semana.
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